A tiempo para el cambio horario, y en declaraciones a Live Science, Matthew Walker asegura haber econtrado una nueva y poderosa razón para dormir: "El sueño restaura los circuitos emocionales, y haciendo esto nos prepara para los retos y las interacciones sociales del día siguiente. La falta de sueño, por el contrario, rompe los mecanismos que nos protegen de las enfermedades mentales".
El estudio de Walker, con el auspicio de la Harvard Medical School, se llevó a cabo entre 26 pacientes sanos, entre los 18 y los 30 años, que fueron dividos en dos grupo: los que durmieron lo suficiente y de una forma controlada, y los que fueron privados de sueño o incluso mantenidos despiertos durante 35 horas seguidas. Con la ayuda de un dispositivo de resonancia magnética (MRI), Walker visualizó las alteraciones en las conexiones del cerebro causadas por la falta de sueño.
"Normalmente se ha asociado el sueño insuficiente con un estado letárgico y poco reactivo", añade Walker. "Lo que hemos descubierto, sin embargo, es que la amígadla (el resorte del cerebro que mantiene las emociones bajo control) se vuelve hasta el 60% más reactiva. De alguna manera, es como si se produjera una reversión en el estado evolutivo del cerebro, que adopta un patrón de conducta más irracional, más primitivo".
El neurólogo de Berkeley afirma que su estudio ha probado que puede existir una conexión en la creciente falta de sueño entre la población y el aumento de las enfermedades mentales. "La cuestión de fondo es que el sueño no es lujo, sino una necesidad biológica para mantenernos emocionalmente sanos", agrega Walker.
Diversas investigaciones habían demostrado hasta ahora que la falta de sueño disminuye nuestra capacidad inmunológica, afecta al metabolismo y afecta gravemente a las capacidades de aprendizaje, de la atención a la memoria. El nuevo estudio pone por fin sobre el tapete la vertiente emocional, relegada hasta ahora a segundo plano.
Mary Carskadon, una psiquiatra de la Universidad de Brown que lleva tiempo estudiando la endémica falta de sueño entre los niños y adolsecentes norteamericanos, apunta que puede haber una estrecha relación entre el aumento de las depresiones y el comportamiento errático de la adolescencia y las insuficientes horas de descanso. "Lo que aún no sabemos", admite, "es si este problema tiene una incidencia directa en enfermedades mentales más graves como el desorden bipolar".
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